El Beguinaje de Brujas, situado en la parte meridional del centro histórico de Brujas, data de 1245. Está separado de la ciudad por una muralla rodeada por un foso. En 1927, una comunidad de religiosas benedictinas tomó el relevo de las beguinas que aún vivían allí, y desde entonces es un monasterio benedictino.Este beaterio de Brujas forma parte, junto con el resto de los beguinajes flamencos, del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Su apacible recinto bordeado por una treintena de casitas de beguinas y salpicado de árboles longilíneos, es uno de los lugares más célebres de la ciudad.Las beguinas transformaron el orden moral de la Iglesia, revolucionaron las mentalidades y modificaron el paisaje de numerosas ciudades de Flandes. «No se sabe cómo empezó este movimiento» explica Silvana Panciera, socióloga de la EHESS y autora de «Béguines» . Sus inicios se remontan a finales del siglo XII en Lieja. En menos de veinte años se extiende por Francia, Italia, Países Bajos, Alemania, Polonia y Hungría. Las mujeres se reúnen por todas partes, recreando ciudades dentro de las ciudades, con la intención de llevar una vida de perfección en un medio urbano, sin pronunciar votos y exentas de las reglas de la Iglesia. «El movimiento de las beguinas seduce porque propone a las mujeres existir sin ser esposas, ni religiosas, emancipadas de cualquier dominación masculina», explica Régine Pernoud en su libro «La Virgen y los santos en la Edad Media».
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